Por el General
Miguel Antonio Gómez Padilla
“En el cielo de la patria una estrella brilla alerta,
Los caminos de mi vida se orientan siempre hacia ella,
Perpetuo guardián del orden en retiro o en acción,
El lema DIOS y PATRIA es mi orgullo y vocación.”
(Himno del Colegio de Generales de la Policía. Autor MG Carlos Alberto Pulido Barrantes.2009)
El historiador y profesor Manuel Benavides Lucas, en su tratado de Filosofía de la Historia, expresa: “De la historia se ha dicho que es la maestra de la vida, el tribunal que absuelve o condena los hechos de los hombres, una cadena de ininterrumpidos eslabones. Ha recibido el homenaje de prosaicas metáforas: es un tren al que unos se suben y que otros pierden;… de ella se ha dicho que es a veces lenta a veces rauda. Se ha hablado de sociedades frías, sin historia, y de sociedades calientes, hechas de sobresalto y novedad…y sin embargo se ha dicho también de ella que no es maestra de nada, pues ningún acontecimiento es igual a otro, y la enseñanza extraída de uno no sirve para los demás.” Me quedo en una posición ecléctica: hagamos historia especulativa, crítica y analítica, que el tema bien lo merece.
La historia del Colegio de Generales está íntima e inexorablemente ligada al acontecer histórico del Cuerpo Institución policial. ¡Qué perogrullada, verdad! Permítanme, una libertad especulativa, fruto del sentir y pensar policial y de un sueño sin límites temporo-espaciales: nosotros como Colegio nacimos el 5 de noviembre de 1891, cuando el comisario Juan María Marcelino Gilibert, organizó el cuerpo- institución y este desfiló por primera vez por las callejuelas de la Candelaria de la villa de Santa fe. Y en un inmenso e interminable diaporama se proyectaban en el firmamento bogotano las figuras de todos los generales de hoy.
Y a saltos, y en eslabones a veces interrumpidos, se construye ese entramado, con episodios que apuntalan aquel sueño, como el día en cual Gabriel González López, creó la Escuela de Preparación y Selección de personal de la Policía Nacional (Decreto de la Dirección General de la Policía No 32 del 4 de marzo de 1912); autorícenme una discreción, un cortísimo paréntesis, porque al ilustre exdirector le afligían las mismas preocupaciones que a nosotros ahora nos abaten: “no se tienen en cuenta absolutamente la calidad política de los empleados. Por eso existen en el Cuerpo hombres de todos los colores y matices políticos como es público y notorio, tanto en los nuevos como en los antiguos empleados. No se admiten ni se conservan empleados politiqueros, los que hacen propagandas, los que a todo le dan interpretaciones o sentido político, porque éstos son incompatibles con la alta misión social de la Policía” ¡Oh los nubarrones que se avizoran!
Y llega el glorioso día de un amanecer que se anuncia en un arco iris de esperanza; la creación de la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander. (Decreto 1277 del 7 de julio de 1937).
En noviembre de 1940, la escuela gradúa los primeros tenientes segundos, entre los cuales se encontraban los señores: Bernardo Camacho Leyva y Juan Félix Mosquera Mosquera.
En 1944 egresa una nueva promoción y entre ellos, los tenientes segundos: Henry García Bohórquez, Roberto Mejía Soto, Jacinto Nicolás Ríos Mesa, Asdrúbal Romero Escobar, Luis Alfredo Rubio Parra y Luis Tejada Zapata.
Para 1946 egresa el teniente segundo Manuel José López Gómez, en1947 Luis Humberto Valderrama Núñez y en 1948 Carlos Julio Cortés Gracia.
Los luctuosos y trágicos hechos del 9 de abril de 1948, sumen a la policía en la más profunda de sus crisis, pues el gobierno dispone su disolución. Era evidente que el gobierno de turno no confiaba en ella y fortaleció a las policías departamentales y municipales altamente “politizadas” y sectarias.
Post nubila Phoebus, afirmaban los latinos. Después de las tinieblas el sol, la luz. La Escuela de cadetes abre nuevamente sus puertas y en 1950 se gradúan los subcomisarios a prueba; Pablo Rosas Guarín, Francisco Naranjo Franco, Fabio Londoño Cárdenas, Alfonso Barragán Salguero y César Augusto Tello Ramírez.
En 1952, entre los graduandos, están los subcomisarios a prueba Víctor Alberto Delgado Mallarino, Luis Felipe Estupiñan Fuertes, Enrique Gallego Hernández, José Guillermo Medina Sánchez y Manuel Tulio Salinas Cantín.
En 1953, el Presidente de la República Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, decide la incorporación de la policía al Ministerio de Guerra como la cuarta fuerza armada y al mando del Comandante General de las Fuerzas Armadas. Y posteriormente al Ministerio de Defensa y al mando directo del Ministro de Defensa y sin desvirtuar su naturaleza y esencia. “La Policía se incorpora al Ministerio de Guerra con presupuesto y organización propios y prestará los servicios que por ley le corresponden.”(Decreto1814 de 1953) “Y con el objeto de unificar el mando y coordinar los servicios de las Fuerzas Armadas para el completo restablecimiento de la normalidad”, se afirma en la exposición de motivos del referido decreto. Esta no es una decisión caprichosa sino el fruto de la necesidad para lograr la paz política y social.
Se realiza luego el escalafonamiento de oficiales y suboficiales con los mismos grados y jerarquías del ejército. Los policiales de la época, lo llaman coloquial y jocosamente el “escalafón de la rebajona”.
El 2 de junio de 1957, la escuela de cadetes entrega al país la promoción de oficiales Marco Fidel Suárez. Entre sus integrantes se encuentran los subtenientes: Jorge Enrique Bulla Quintana, Luis Eduardo Castillo Amaya, Adolfo León Gómez Isaza, Jorge Arturo Pineda Osorio y Gilberto Sanclemente Velásquez y así en una ininterrumpida sucesión llegamos al curso 104.
El 8 de mayo de 1958, la Junta Militar de Gobierno, en una sabia decisión, nombró como Comandante de las Fuerzas de Policía al teniente coronel de Policía Saulo Gil Ramírez Sendoya, entregándole así a los policías la suerte y destino del Cuerpo-institución. ¡Nunca hemos sido inferiores a ese compromiso!
Los tenientes segundos, subcomisarios a prueba y Subtenientes, llegaron a los más altos grados y cargos. La dinámica natural de una organización tan activa, acelerada y fuerte, obliga constantemente a dar paso a nuevas generaciones. Pero “policía un día, policía toda la vida” reza uno de nuestros refranes.
En el pasado, en la tribu, encargaban a los más ancianos para que los dirigieran y guiaran, pues sabían que sus decisiones eran sabias y acertadas.
Para que sus experiencias no fueran olvidadas y mantener los calurosos lazos, de la amistad, la caballerosidad, la gratitud y el afecto, se convocaron en el lugar preciso, el “Alma mater”; un 10 de marzo de 1995, los generales de la reserva activa policial; los generales Bernardo Camacho Leyva y José Domingo Murcia Florián, dan fe, de la creación de la Asociación Colombiana de Generales en retiro de la Policía Nacional- ACOGER.
El 20 de febrero del 2002, en Asamblea General y por unanimidad, cambian la denominación anterior por la de Colegio de Generales de la Policía Nacional de Colombia. Las profesiones se colegian, los oficios se asocian. Se colegian las personas de la misma dignidad y profesión. Los generales dominamos un saber, una ciencia: la de policía y somos doctos en la misma. Normalmente los colegios velan por la dignificación de la profesión y autorizan el ejercicio de la misma. El nuestro es muy particular pues debe velar por los intereses de los colegiados y por la dignificación de la profesión y por la institución en la cual están obligados a ejercerla.
Con la aprobación de los estatutos, los registros en la Cámara de Comercio y la Alcaldía de Bogotá, se logra la personería jurídica, que afianza el Colegio en el tiempo y en el alma policial y aparecen, entonces: la bandera, el blasón, el himno, el lema, las condecoraciones y las publicaciones: el Boletín y más tarde el periódico “La Estrella”, en los que se difunde el pensamiento de los colegiados y se analizan temas de interés institucional y nacional.
Se asiste a conferencias y seminarios y se invitan, para analizar con ellos la actualidad nacional, a personalidades de la política, la economía y a funcionarios públicos: ministros, de los órganos de control, de la judicatura y del legislativo. La presencia de diplomáticos en nuestras tertulias ha enriquecido el debate.
No se han olvidado los eventos sociales y deportivos y como solidarios amigos hemos estado presentes en las angustias y las alegrías.
Los generales, integrantes de la Reserva Activa de la Policía, cada quien en el espacio institucional que les correspondiera y en entrega total a los principios filosóficos, éticos, jurídicos y humanísticos de esta policía, bastión indispensable de la convivencia y de la democracia, dieron a la patria sueños, esperanzas y lo mejor de su existir. Y no hubo pretensión de la barbarie y la anarquía que doblegara su voluntad de servicio y de entrega. Nunca han dejado de ser policías. Aún hay fortaleza en su espíritu y vigor en sus músculos.
Es importante que sea del pasado el interrogante que se hizo el coronel Ismael Trujillo Polanco, ante 30 generales el día de la formalización de la asociación “¿Qué hacer para que esas marginales relaciones mantenidas a través de intermitentes y lejanos encuentros, alimentados por insulares vínculos individuales de amistad, o por razones de identidad promocional, territorial o generacional se truequen en una fuerza aglutinante que antes de hacernos padecer la nostalgia de la ausencia nos haga sentir y compartir la fruición gratificante de la fraternidad?. Pensemos que hoy ante 86 colegiados estas inquietudes estén resueltas.
Han regido los destinos del Colegio los generales: Bernardo Camacho Leyva, Víctor Alberto Delgado Mallarino, Miguel Antonio Gómez Padilla, Brigadier General: Enrique Gallego Hernández, Jairo Antonio Rodríguez Quiñones, Pablo Elbert Rojas Flórez y Mayor General: Héctor Darío Castro Cabrera.
En fin, el Colegio es el refugio de nuestras cuitas y congojas, pero también, el albergue para expresar al amigo nuestros afectos. “No camines delante de mí, que quizá no te siga; no camines detrás de mí, que quizá no te guie; camina a mi lado y se siempre mi amigo”. Debe ser el lema que nos impulse, mis queridos colegas.